Sesión en Torre Eiffel

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Te las encuentras en cualquier lugar del mundo. Sitios bellos, curiosos, interesantes o únicos. Desde un misil balístico destrozado hace unas horas, las famosas escaleras de una iglesia o un puente milenario cargado de historia y personajes. Te acostumbras.

Las bodas están en el primer escalón de importancia. Los vestidos y trajes son la marca distintiva de esas actividades. Hay gente amable y simpática que no les importa que les inmortalices y luego los perros de presa que cuando ven que les estás fotografiando te vienen casi gritando para que pares aduciendo que tú no estás invitado a la fiesta. Tienes que aprender a defenderte y hay varias palabras mágicas para ser usadas en ese contexto. Una es que ellos están en un lugar público. Otra que son fotos para uso privado y no comercial. Si insisten, les digo que se busquen un lugar privado o que pidan los permisos pertinentes para cerrar el lugar. Suele funcionar.

No me gusta porque altera tu ánimo y necesitas unos minutos para seguir disfrutando.

Solo he borrado unas fotos por la seguridad de las personas implicadas: el personal de protección en la entrada de una sinagoga. En otra ocasión se nos pidió que borráramos unas fotos si no estábamos dispuestos a que antes de publicarlas, pasaran por el filtro del equipo de la cantante. Es decir, lisa y llanamente a censurarlas. Me negué. Nunca he publicado esas fotos. Me niego a darle siquiera una brizna de publicidad a esa artista. Ella y su equipo tienen que entender que no tienen ningún derecho a destruir mi trabajo o mi creatividad tal y como se realizaron las fotos. Es mío y solo mío.

Si te gusta hacer fotos en la calle es imposible escapar a estas situaciones. En algún momento surgirá el problema y es bueno afrontarlo de forma positiva, con una sonrisa si es posible, con amabilidad y cortesía. Hay gente que te dice que no les hagas fotos, otros se giran y algunos se tapan la cara. Algunos refunfuñan o directamente gruñen. En general les respeto. Aplico aquello de que no hagas lo que no te gusta que te hagan.

Sobre todo busco encuadres donde sus caras no sean lo importante como en esta foto. En esta imagen sus manos, dedos y uñas eran un precioso punto de interés. Hay varias y está, en la que se muestran los anillos, la pulsera y el reloj me encantó por la simetría y ese vestido burbujeante de volantes que lo enmarca

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – 3 de octubre de 2024

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Belleza

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Es imposible disfrutar a fondo de cada obra de arte en concreto. Es una utopía inviable cuando uno entra en los auténticos templos de la humanidad donde piezas de todo tipo se acumulan, reclamando nuestra atención. En este caso la Galería de los Uffizi en Florencia.

Inasequibles al desaliento nos enfrentamos al reto de forma inconsciente e insensata. En algunos casos, tras documentarnos sobre una pintura o escultura, su visión real nos paraliza al contemplarla por fin. Movernos a su alrededor para poder disfrutarla en todos sus ángulos (estoy pensando en el David de Miguel Ángel Buonarroti y su pasmosa dicotomía entre tensión y relajamiento), es uno de esos momentos que todo humano sensible debería poder deleitarse al menos una vez en su vida.

Eso me ocurrió el otro día con la pintura de Sandro Botticelli, “Allegoria della primavera”. Había leído algo sobre ella, pero apenas lo recordaba. Fue al regresar a casa, cuando deslumbrado por ella, husmeé en internet (bendito sea) para acabar de llenar mis lagunas. Así regrese a sus simbolismos, sus dioses, ninfas y sobre todo al rostro de Simonetta Vespucci musa del pintor que a pesar de morir joven quedó inmortalizada en multitud de rostros y cuadros por obra y gracia de su amor platónico el pintor renacentista Sandro Botticelli. Pueden verla en todo su esplendor junto al mismo Botticelli en Venus y Marte (una alegoría del matrimonio sabiendo que en realidad representaba un adulterio y que nos habla del poder del amor frente al odio, un mensaje muy actual por cierto).

Podría escribir páginas y páginas sobre lo que cada parte que ese cuadro me sugiere. Miro a cada uno de los personajes que pululan por él (todos ellos con sus vidas reales o inventadas, sus historias, sus leyendas). También sus gestos, su ropa, el recargado fondo, sus luces y sombras, sus colores… Como en un sueño, me traslado a esa Italia, a esa Florencia de 1480 para pensar en la vida que llevaron aquellos que ahora conozco por sus nombres, por ejemplo Lorenzo di Pierfrancesco de Medici que aparece representando a Mercurio (a la izquierda) o su novia, Semiramide Appiano, la Gracia que le está mirando. Recuerden, es una de las interpretaciones. Nadie está seguro y no podemos preguntar a aquellos que lo sabían (hasta que inventemos los viajes por el tiempo y les interroguemos).

Tanta simbología dentro de su propia simbología me ha incitado a incluir alguna de cosecha propia. Así Céfiro, el dios del viento que secuestra a la ninfa Cloris y Cupido, les he quitado su color original para separarlos por su intrusión de lo que para mi es un paraíso. Si, estoy de acuerdo si usted piensa que es una locura (la mía no es la única, todo empezó con la locura de ese paraíso de Botticelli) por inmortalizar cada migaja de la belleza expuesta en esa Galería de los Uffizi.

Solo un inciso más y perdón por ser tan pesado: Me encanta la idealización que Botticelli imprime a sus personajes. Todos participamos en mayor o menos medida de esos detalles. Me encantan sus formas tan sensuales.

Durante algunos segundos me pregunto por la vida que llevo el pintor y algunos de las personas que representó. Verlos 500 años después en todo su esplendor es la clave de mi fascinación.

Siento esa curiosidad insaciable y me tengo que contener. Como decía antes, inasequible al desaliento intento sumergirme hasta el último estertor en un reto que solo puedo perder.

Al final tengo que girarme y perderme en esos pasillos de inconmensurable magnificencia acumulada con el alma saturada de belleza, justo en los límites del Síndrome de Stendhal. Regresar muy a mi pesar al río humano y desvanecerme.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – 17 de agosto de 2024

Joana

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La foto fue tomada hace 79 años en un estudio de la calle Pelayo. En aquel tiempo existían en aquel punto de la ciudad un montón de estudios de fotografía, donde los barceloneses y barcelonesas se inmortalizaban. Allí me llevo Joana en mis primeros años varias veces para dejar constancia de mi existencia. En casa, aún cuelgan algunas fotos de esas, de estudio en blanco y negro, con una gama de grises que aún hoy me sorprenden por su limpieza y perfección cromática.

Joana tenía en ese momento 18 años y la foto se la hizo para enviársela a su novio Ángel, que estaba haciendo la mili en la ciudad africana de Melilla.

Hay una dedicatoria que supongo para muchos, y en aquellos tiempos, era muy habitual. Dice así: «La foto te sonríe, el original te adora«. No es la letra de la Joana, por supuesto. En aquellos tiempos, mi madre apenas sabía escribir. Tuvo que esperar a casarse para que el hijo de una vecina muy querida, le enseñara por las noches. Aún así su trazo siempre fue inseguro. De ahí nació su terca e intensa batalla para que sus hijos estudiaran y pudieran llegar hasta sus propios límites. No los impuestos por la pobreza ni la necesidad de sobrevivir.

Y hoy es 15 de agosto. El día y el mes que ella surgió de las entrañas de la Maria. Desde luego estamos muy lejos del punto del espacio en el que ella nació. Dejando de lado las velocidades (por pequeñas con relación a las otras) de sobre nuestro eje y alrededor del sol, nuestro planeta viaja con relación a nuestra galaxia a una velocidad aproximada de 828.000 km por hora (unos 230 km por segundo) y en relación de la Via Láctea con relación a otras galaxias (pongamos para hablar en bruto de nuestro universo, para entendernos) de 2,1 millones de km por hora (unos 583 km por segundo). Nunca pasaremos de nuevo por ese punto en concreto, y cuando digo nunca, es literalmente nunca. Si han leído la novela El problema de los tres cuerpos de Liu Cixin, atisbarán ese nunca como algo de una solidez pétrea y de perturbadora magnitud. A nadie se le escapa que cuesta imaginar semejante viaje.

Y eso nos devuelve a la realidad cotidiana, que por cercano y porque nos afecta en el día a día es indispensable prestarle atención. Salvo en momentos como este en que me apetece recordar hechos de están ya muy próximos a cumplir 100 años.

Sería una locura (aunque se podría con la suficiente potencia de cálculo) saber donde estaba nuestro pequeño y maltratado planeta en aquel momento. Aunque creo que eso no es importante. 

Que tengan un feliz día festivo de 15 de agosto en sus vidas.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – 15 de agosto de 2024

Versiones

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Existen múltiples versiones de uno mismo. Algunas aceptadas de buen grado y otras no tanto. Este es un retrato de una buena amiga. Muchos años ya de buena convivencia. Le he hecho ya bastantes retratos y si bucean por mis colecciones quizá la encuentren. Esta la hice estos días de carnaval. Salía de casa ya vestida para participar en el desfile. Yo ya tenía intención de hacerle un retrato, aunque no sabía el tipo de maquillaje que me iba a encontrar. Así que fue una sorpresa.

Cuando le pedí permiso para publicar la foto, me comento que le encantaba la foto y que se veía como una versión inventada, ficticia… y uso la palabra espectro. Yo le había hecho la foto, y me había inventado a partir de esa realidad ya maquillada una nueva versión de ella. Y aquí está el meollo del asunto.

En realidad el retrato no es en realidad una imagen de ella. Es una nueva versión inventada, ficticia, casi un espectro. Guarda relación con ella, desde luego que sí. ¿Es un reflejo de ella? ¿O muestra su alma? No, desde luego que no. Es una nueva mujer, espléndida, brillante pero diferente. Esa dualidad permite que los Carnavales se conviertan en un espectáculo en sí mismo. La gente se transforma, se versiona en una nueva humanidad y por unas horas, por unos días se nos permite probar y comprobar nuestros límites. Creo que ahí radica el secreto del éxito de estas fiestas. Nos encanta, aunque sea por un mínimo tiempo, darle la vuelta al calcetín.

Visto nuestro pobre mundo y los problemas que nos agobian cada día los carnavales son como esas válvulas de escape que pita de forma enloquecida y suelta vapor a raudales.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Febrero 2024

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