Las vacaciones de la señora Chang

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Al señor Chang no le gusta viajar. Viven en una pequeña aldea cerca de la vieja capital imperial de Hue. Ella ansia conocer Hanoi. Visitar la pagoda de Tran Quoc y navegar por la bahía de Halong. Esta harta de dar de comer a gallinas gritonas, perseguir cabras estupidas y aguantar el malhumor de su primogénito.

El señor Chang aprieta los labios cada vez que la señora Chang le sugiere que ya es tiempo de visitar a su familia en la capital. Su silencio se extiende como una mancha oscura en el mantel que alimenta sus bocas.

La paciencia casi infinita de la señora Chang se agota una mañana de sol radiante. Ha tendido la ropa del lavadero, recibido una nueva carta de su hermano y ve como el cartero se aleja en su destartalada moto y se lleva consigo sus viejas ilusiones. Lo ve desaparecer tras una nube de polvo.

Le pega con fuerza un puntapié a una piedra que sale disparada y le da a un cabrito que se queja.

Echa a andar, en dirección al campo. Allí está el señor Chang quitando malas hierbas. A cada paso levanta una pequeña nubecilla de polvo. Él la mira y arquea sus cejas. La conoce demansiado bien como saber que se avecinan problemas. Unos patos se apartan de su camino con premura.

La semana siguiente la señora Chang y su marido están paseando por la ribera del lago Tay, en dirección a la pagoda. Ella ríe y el señor Chang nunca le confesará que se lo está pasando muy bien. Ya han sacado los billetes para el crucero y ya le ha dicho que el año que viene irán a Saigón para conocer la nueva ciudad de Ho Chi Minh.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Enero de 2024

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Atardecer en Welwitschia Hill

Por las tardes, justo cuando la explosión de colores nos inundaba, nos llevaban a una colina desde la cual pudiéramos contemplar la puesta de sol. Allí ya había dispuesta una larga mesa donde nos sacaban bebidas y viandas típicas del lugar. Ante la inmensidad del desierto, de la sábana, o junto al mar, lejos de todo, en silencio, en comunión con la madre tierra, podíamos deleitarnos con el caleidoscopio de luces que bailaban ante nuestros ojos. A veces, además, contemplando algunos seres extraordinarios como jirafas o elefantes, ñus…  Para mí, un urbanita domesticado, era una especie de prodigio repetido día a día. La constatación de que Stendhal podía tener razón, no fallecer de pura belleza, sino que ya no importaba lo que viese el resto de mi vida. Tenía las alforjas suficientemente llenas para regresar a la Consciencia Colectiva satisfecho de mi paso por este mundo.

Fernanda, una amiga que hice en ese viaje, otro de esos milagros que todos esperamos que nos regalen, me fotografió en esa sesión. Así que tengo, además de una fotografía de mi experiencia, ese recuerdo de mí mismo tomando fotos en esa sesión.

Si se fijan, estoy sentado sobre arenas doradas. Para conseguir la foto de arriba, tuve que tumbarme completamente sobre ellas para poder alcanzar el encuadre que tienen ante ustedes: la mata y las piedras afiladas como cuchillos en un primer plano. La arena me acariciaba la cara, podía percibir su seco e intenso aroma. Veníamos de la planicie que pueden observar en la imagen. Allí habíamos estado, también en silencio, viendo pasar junto a nosotros a una manada de elefantes, jirafas, monos… 

Creíamos que estábamos saturados de experiencias únicas, pero no, todavía no. Nos faltaba ese momento mágico de comunión con nosotros mismos. Esa locura inexplicable e irrevocable donde las cosas se trastocan y los valores dejan de tener sentido. Ese lugar que no está situado en los mapas. Esa plaza secreta llena de momentos épicos en el centro de un laberinto incomprensible y fascinante. Un portal para viajar, a la vez, hacia el pasado y el futuro.

Son apenas unos minutos que, como en muchos otros lugares, como Newgrange o Stonehenge, te dejan ávido de más.

Ese momento acaba cuando el sol se pone y desaparece. Tienes aún unos minutos para intentar recuperarte, sabiendo que nunca lo conseguirás del todo. Sonreír ante el grupo y echar el último trago de tu bebida favorita, esperando calmar esa sed inexplicable. Esperando ya el siguiente momento para sentirte en paz y armonía con el mundo. Esperando volver a sentirte capaz de obrar todos los portentos.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Diciembre de 2024

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Amanecer

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Sunrising at Kalahari Desert

Namibia offers spectacular landscapes. Incredible sunrises and sunsets. Amazing starry nights with no lights to disturb you. There are no words to express the emotions that overwhelm you. You can only experience it first hand.

Namibia ofrece espectaculares paisajes. Increibles amaneceres y ocasos. Alucinantes noches estrelladas sin luces que molesten. No hay palabras para expresar las emociones que te embargan. Solo se puede vivir en primera persona.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Diciembre de 2024

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Punto de vista

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Cuanto pueden cambiar las cosas mirando lo mismo desde diferentes lugares. También nosotros mirando atrás parece que el rollo de película de nuestra vida es único e inmutable. Y no, hay muchos flecos, muchos puntos de vista desde los que asomarse y reinterpretar la historia.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Diciembre de 2024

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