Belleza

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Es imposible disfrutar a fondo de cada obra de arte en concreto. Es una utopía inviable cuando uno entra en los auténticos templos de la humanidad donde piezas de todo tipo se acumulan, reclamando nuestra atención. En este caso la Galería de los Uffizi en Florencia.

Inasequibles al desaliento nos enfrentamos al reto de forma inconsciente e insensata. En algunos casos, tras documentarnos sobre una pintura o escultura, su visión real nos paraliza al contemplarla por fin. Movernos a su alrededor para poder disfrutarla en todos sus ángulos (estoy pensando en el David de Miguel Ángel Buonarroti y su pasmosa dicotomía entre tensión y relajamiento), es uno de esos momentos que todo humano sensible debería poder deleitarse al menos una vez en su vida.

Eso me ocurrió el otro día con la pintura de Sandro Botticelli, “Allegoria della primavera”. Había leído algo sobre ella, pero apenas lo recordaba. Fue al regresar a casa, cuando deslumbrado por ella, husmeé en internet (bendito sea) para acabar de llenar mis lagunas. Así regrese a sus simbolismos, sus dioses, ninfas y sobre todo al rostro de Simonetta Vespucci musa del pintor que a pesar de morir joven quedó inmortalizada en multitud de rostros y cuadros por obra y gracia de su amor platónico el pintor renacentista Sandro Botticelli. Pueden verla en todo su esplendor junto al mismo Botticelli en Venus y Marte (una alegoría del matrimonio sabiendo que en realidad representaba un adulterio y que nos habla del poder del amor frente al odio, un mensaje muy actual por cierto).

Podría escribir páginas y páginas sobre lo que cada parte que ese cuadro me sugiere. Miro a cada uno de los personajes que pululan por él (todos ellos con sus vidas reales o inventadas, sus historias, sus leyendas). También sus gestos, su ropa, el recargado fondo, sus luces y sombras, sus colores… Como en un sueño, me traslado a esa Italia, a esa Florencia de 1480 para pensar en la vida que llevaron aquellos que ahora conozco por sus nombres, por ejemplo Lorenzo di Pierfrancesco de Medici que aparece representando a Mercurio (a la izquierda) o su novia, Semiramide Appiano, la Gracia que le está mirando. Recuerden, es una de las interpretaciones. Nadie está seguro y no podemos preguntar a aquellos que lo sabían (hasta que inventemos los viajes por el tiempo y les interroguemos).

Tanta simbología dentro de su propia simbología me ha incitado a incluir alguna de cosecha propia. Así Céfiro, el dios del viento que secuestra a la ninfa Cloris y Cupido, les he quitado su color original para separarlos por su intrusión de lo que para mi es un paraíso. Si, estoy de acuerdo si usted piensa que es una locura (la mía no es la única, todo empezó con la locura de ese paraíso de Botticelli) por inmortalizar cada migaja de la belleza expuesta en esa Galería de los Uffizi.

Solo un inciso más y perdón por ser tan pesado: Me encanta la idealización que Botticelli imprime a sus personajes. Todos participamos en mayor o menos medida de esos detalles. Me encantan sus formas tan sensuales.

Durante algunos segundos me pregunto por la vida que llevo el pintor y algunos de las personas que representó. Verlos 500 años después en todo su esplendor es la clave de mi fascinación.

Siento esa curiosidad insaciable y me tengo que contener. Como decía antes, inasequible al desaliento intento sumergirme hasta el último estertor en un reto que solo puedo perder.

Al final tengo que girarme y perderme en esos pasillos de inconmensurable magnificencia acumulada con el alma saturada de belleza, justo en los límites del Síndrome de Stendhal. Regresar muy a mi pesar al río humano y desvanecerme.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – 17 de agosto de 2024

Joana

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La foto fue tomada hace 79 años en un estudio de la calle Pelayo. En aquel tiempo existían en aquel punto de la ciudad un montón de estudios de fotografía, donde los barceloneses y barcelonesas se inmortalizaban. Allí me llevo Joana en mis primeros años varias veces para dejar constancia de mi existencia. En casa, aún cuelgan algunas fotos de esas, de estudio en blanco y negro, con una gama de grises que aún hoy me sorprenden por su limpieza y perfección cromática.

Joana tenía en ese momento 18 años y la foto se la hizo para enviársela a su novio Ángel, que estaba haciendo la mili en la ciudad africana de Melilla.

Hay una dedicatoria que supongo para muchos, y en aquellos tiempos, era muy habitual. Dice así: «La foto te sonríe, el original te adora«. No es la letra de la Joana, por supuesto. En aquellos tiempos, mi madre apenas sabía escribir. Tuvo que esperar a casarse para que el hijo de una vecina muy querida, le enseñara por las noches. Aún así su trazo siempre fue inseguro. De ahí nació su terca e intensa batalla para que sus hijos estudiaran y pudieran llegar hasta sus propios límites. No los impuestos por la pobreza ni la necesidad de sobrevivir.

Y hoy es 15 de agosto. El día y el mes que ella surgió de las entrañas de la Maria. Desde luego estamos muy lejos del punto del espacio en el que ella nació. Dejando de lado las velocidades (por pequeñas con relación a las otras) de sobre nuestro eje y alrededor del sol, nuestro planeta viaja con relación a nuestra galaxia a una velocidad aproximada de 828.000 km por hora (unos 230 km por segundo) y en relación de la Via Láctea con relación a otras galaxias (pongamos para hablar en bruto de nuestro universo, para entendernos) de 2,1 millones de km por hora (unos 583 km por segundo). Nunca pasaremos de nuevo por ese punto en concreto, y cuando digo nunca, es literalmente nunca. Si han leído la novela El problema de los tres cuerpos de Liu Cixin, atisbarán ese nunca como algo de una solidez pétrea y de perturbadora magnitud. A nadie se le escapa que cuesta imaginar semejante viaje.

Y eso nos devuelve a la realidad cotidiana, que por cercano y porque nos afecta en el día a día es indispensable prestarle atención. Salvo en momentos como este en que me apetece recordar hechos de están ya muy próximos a cumplir 100 años.

Sería una locura (aunque se podría con la suficiente potencia de cálculo) saber donde estaba nuestro pequeño y maltratado planeta en aquel momento. Aunque creo que eso no es importante. 

Que tengan un feliz día festivo de 15 de agosto en sus vidas.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – 15 de agosto de 2024

Versiones

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Existen múltiples versiones de uno mismo. Algunas aceptadas de buen grado y otras no tanto. Este es un retrato de una buena amiga. Muchos años ya de buena convivencia. Le he hecho ya bastantes retratos y si bucean por mis colecciones quizá la encuentren. Esta la hice estos días de carnaval. Salía de casa ya vestida para participar en el desfile. Yo ya tenía intención de hacerle un retrato, aunque no sabía el tipo de maquillaje que me iba a encontrar. Así que fue una sorpresa.

Cuando le pedí permiso para publicar la foto, me comento que le encantaba la foto y que se veía como una versión inventada, ficticia… y uso la palabra espectro. Yo le había hecho la foto, y me había inventado a partir de esa realidad ya maquillada una nueva versión de ella. Y aquí está el meollo del asunto.

En realidad el retrato no es en realidad una imagen de ella. Es una nueva versión inventada, ficticia, casi un espectro. Guarda relación con ella, desde luego que sí. ¿Es un reflejo de ella? ¿O muestra su alma? No, desde luego que no. Es una nueva mujer, espléndida, brillante pero diferente. Esa dualidad permite que los Carnavales se conviertan en un espectáculo en sí mismo. La gente se transforma, se versiona en una nueva humanidad y por unas horas, por unos días se nos permite probar y comprobar nuestros límites. Creo que ahí radica el secreto del éxito de estas fiestas. Nos encanta, aunque sea por un mínimo tiempo, darle la vuelta al calcetín.

Visto nuestro pobre mundo y los problemas que nos agobian cada día los carnavales son como esas válvulas de escape que pita de forma enloquecida y suelta vapor a raudales.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Febrero 2024

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Railroad Agra station platform

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¡Adivinen! Sí. Estaba pensando en estaciones. Esos lugares donde la gente se agolpa de forma desordenada, todos atareados en dirigirse al lugar correcto En no olvidar, ni perder ninguna maleta, cesto o bolsa. Todos distraídos con los mil estímulos que nos rodean y a la vez preocupados mirando pantallas, si las hay, para encontrar ese tren esquivo que les llevara lejos de allí. Ese objeto de nuestros deseos que transporta algo amado en él.

Lleno de sonidos y en este caso, olores que nos saturan y nos sobrepasan. Nos dejan anestesiados.

Gente y más gente y más gente. Variopinta. Colores y más colores. Sombreros, turbantes, pelucas y gafas.

Esta foto va en contra del canon. Aunque hay un sujeto principal, hay demasiados puntos de interés, otras personas, que no te dejan concentrarte. Un procesado clásico (o revelado), habría bajado las luces y quizá desenfocado un poco al resto de humanidad que rodea a nuestro hombre de pantalón gris y camisa holgada roja.

Sin embargo, he preferido darles entidad propia, porque aunque ese sujeto se constituya por posición, luz y tamaño en el principal, para mí, la escena es costumbrista y debe incluir suficientes referencias al resto. Solo este procesado es fiel a las emociones que sentía yo en ese momento. Todos y cada una de las personas eran importantes Incluso aquellos niños que muy al fondo apenas se perciben. Solo mostrándolos a todos siento que la foto se cierra sobre sí misma y muestra (o mejor, intenta mostrar) las emociones que sentía yo allí, plantado ante todos.

Resumiendo: casi deben ser tan poderosos como el hombre que camina hacia mí.

Yo era el sujeto de atención de una mayoría de ellos. Me miraban con la misma curiosidad que yo les miraba a ellos y compartíamos ese sutil lazo, esa extraña comunión que enlaza a gente desconocida en lugares comunes. Así que a todos ellos les debía, al menos, su propio instante de reconocimiento.

Cuando acabe de hacer las fotos, les mire, me incline en deferencia y les salude. Me encantó observar como algunos de ellos, como el hombre de la derecha, que con la cara girada me observa, la señora de verde de la izquierda o el niño un poco más allá junto a su madre, me saludaran a la vez con sus manos.

Sonreí. La magia de las estaciones es infinita siempre encuentras gente de modales exquisitos.

Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – Febrero 2024

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