En realidad las reglas solo existen para coartar la creatividad. Es verdad que contienen trazos de realidad, pero esa realidad siempre está contaminada por las vivencias y emociones del artista y algo muy profundo que está instalado en nuestro profundo yo. Así que, lo que llega al lector / espectador, suele ser una bruma en la que estos deben navegar casi a oscuras, sin entender porque reaccionan así, o porqué experimenta ese cúmulo de emociones que en algunos momentos se hace inmanejable.
No es nada dramático, estamos tan sumergidos en este mar de dudas que no nos damos cuenta de ello. Hemos perdido esa brújula, aunque dudo que alguna ve la hayamos tenido. Nacemos y vivimos siempre así. Así que intentar traducirlo a un lenguaje comprensible es, las más de las veces, inútil. La mayor parte del tiempo estamos ciegos y cuando vislumbramos algo extraordinario y tenemos algún momento de lucidez, se escurre de nuestras manos como el agua, todos sabemos que es imposible retenerla. Es frustrante ya que es imposible aprehender esa clarividencia, siquiera recordarla y menos entenderla. Solo nos queda el recuerdo como una mancha de brillante colorido, parecido a esos sueños diabólicos que experimentamos al amanecer. Sabemos que está justo ahí, solo un paso más allá de nosotros.
Y todo este razonamiento viene a cuento de colgar esta foto, donde la mirada del adolescente se escapa y nos obliga a pensar en lo que hay más allá que tanto le llama la atención. Parecido a usar una conjunción copulativa para iniciar una oración, justo como acabo de hacer. Está ahí para recabar nuestra atención porque apenas se usa. El canon nos indica que deberíamos dejar respirar la imagen justo por la derecha y recortar por la izquierda. Y no les falta razón ¡ven, lo he vuelto a hacer! Eso es debido a que ancestralmente, para nuestros antepasados, la información era vital para la supervivencia. Así que nuestra genética prima y nos pide a gritos (es un decir en clave dramática) saber que hay más allá. Eso se ha convertido, sin proponérselo nadie, en unas de esas reglas que nos oprimen, nos encorsetan o nos coartan.
Les contaré que el chaval estaba mirando nuestro grupo, algo para él, casi tan extraterrestre como ellos para nosotros. Un abismo que los puentes de la tecnología acaban de atravesar y nos sitúa en un mismo plano visual, al menos durante unos minutos.
En definitiva, usar esa composición es como usar la y copulativa para llamar la atención. Un recurso más para conseguir que usted piense más allá de la foto. Atraviese ese muro invisible de lo que muestro y alcance un momento de lucidez sobre nuestra inmensa pequeñez, atisbe algunos de los secretos del universo (sí, quizá piense que exagero, pero lo triste es que no). O lo que es lo mismo, le proporcione unos momentos de felicidad y de paz.
Ⓒ Ricardo de la Casa Pérez – 23 de noviembre de 2024
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