Dunas

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Algunos lugares del planeta, además de dejarte pasmado por su belleza, te hacen sentir insignificante. He visto gente seducida por esa percepción, sentarse en la arista de una duna y quedarse meditando durante mucho rato.
Se trata más de sensaciones que de emociones.  Algo inexplicable se remueve en tu interior e incita a tus sentidos a ser mucho más receptivos al entorno. Migajas capaces de redimensionar las prioridades. Texturas visuales que te hacen vibrar en la misma frecuencia natural y hacen que tu mente resuene percibiendo realidades que permanecían ocultas. Algunas cobran un valor que antes no les dabas y, en cambio, otras que apreciabas dejan de tener sentido en esa escala que creías inamovible.
Otras culturas, otros paisajes, otra luz, otros lenguajes, otras gentes, te hacen romper esquemas que pueden estar anquilosados. Te sientes liberado de las mordazas que te han tenido aprisionado, de las vendas que te han cegado. Sientes una brisa fresca en la cara y te sientes más libre, vivo y apasionado.
Inspiras y sientes que aún queda mucho por comprender, que en la urdimbre de tu vida todavía hay mucho que tejer. Solo tienes que dejar que la lluvia te empape, tus piernas se agoten y disfrutes de la vorágine  de sabores, olores y texturas que te esperan a la vuelta de la esquina.


Ⓒ texto y fotografías Ricardo de la Casa Pérez – Octubre de 2025

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Fisgando

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Entrar en la Piazza de Santa María en Trastévere, es como abrir las puertas a los jardines de Babilonia en su apogeo. Exagero, claro. No es lo mismo, pero las emociones que te embargan en esos momentos, debían ser muy parecidas, o al menos yo me lo imagino un poco así. Mucha gente esparcida por sus cuatro costados. Charlando, bailando, sentados, fumando, tirados por el suelo, paseando, comiendo un helado o cosas más prosaicas. La plaza repleta de humanidad, todos disfrutando y cada cual a lo suyo. El barullo, el ruido de fondo, es un susurro bajo, roto de vez en cuando por alguna carcajada aguda. Te quedas parado unos segundos disfrutando de la sensación de ser invisible entre tanta gente. Anónimo sin serlo. Participando en la comunión sin llamar la atención. Interpretando tu papel y siendo público a la vez. El culmen de la perfección.

Mi mirada se deslizó, intentando captar la esencia de cada escena que se representaba ante mí. Al levantar los ojos, lo atisbé. Él estaba allí, con su copa de vino y su cigarrillo comadreando. Aunque mejor lo definiría fisgoneando desde las alturas. Aunque sinónimos tienen sutiles diferencias (bueno, no tan sutiles). Aunque quizá más tarde se incorpore alguien más y el verbo comadrear cobre sentido en ese contexto. El ocaso del sol era un manto dorado que se extendía por la pared y jugaba en su ventana a tres en raya. Él permanecía hechizado, absorto frente a la representación humana que se desplegaba ante sus ojos. Supongo que le era imposible abstraerse. La tentación diaria tenía que ser enorme. Ni siquiera se dio cuenta de que le fotografiaba.

Al poco me alejé. Evite de forma consciente la tentación de girar la cabeza y echar un último vistazo. No quería romper el embrujo.


Ⓒ texto y fotografías Ricardo de la Casa Pérez – Septiembre de 2025

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Nelson Mandela

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En Sudáfrica, escuché algo parecido a lo que ya había escuchado en la India a propósito de Gandhi. En el momento del traspaso de poder, en realidad los que lo recibían habían sido educados según la cultura europea. Gandhi y todos sus correligionarios, no eran verdaderos indios. De raza sí, pero su mente era exactamente igual que la de los ingleses. Mandela y los suyos no eran verdaderos sudafricanos. Sí, eran personas de color, pero su mente había sido educada en otros principios muy diferentes. Es una muy poco sutil crítica a los episodios descolonizadores que se han dado en unos lugares emblemáticos. Trufados de dolor, muerte e injusticia.

La manipulación nos corroe hasta la médula.

No he podido profundizar en ello. Exigiría mucha investigación y tiempo. El tema es lo suficiente complejo, denso y tan lleno de flecos que necesitaría gente formada intelectualmente, en el terreno y con ganas de afrontarlo sin pensar en el tiempo que hay que invertir.

Por supuesto, algo hay. Solo con reflexionar un poco, las piezas encajan. Solo que el puzzle no es tan sencillo como aparenta. Así que, por mi parte, mejor no me meto en este jardín, porque lo único que haría sería perderme y, por ignorancia, dejar mucho más fuera que lo que pudiera incluir.

Sí siguen la actualidad. No hace falta que sea la de la más rabiosa actualidad; podrán sacar algunas conclusiones sencillas. Una ojeada a vuelo de pájaro de las últimas centurias sirve para comprobar que la fuerza (el poder de la fuerza bruta) sigue siendo lo único que importa. No importa a quién robes, a quién insultes o a quién hieras o mates. Si disfrutas de esa fuerza, estás blindado contra cualquier cosa. Incluso te van a adular, sonreír, dar la mano e invitar a comer. La propiedad, las leyes, las normas… todo es revisable. 

Puede que crean que hemos avanzado algo. Sí, pero todo eso puede desaparecer de un plumazo de la noche a la mañana. Nos podemos levantar sin derechos, sin propiedades, si me apuran, sin comida y, sobre todo, sin posibilidad de reclamar nada. Incluso algunos no se podrán levantar porque estarán muertos.

Pruebas las tienen a cientos a miles en los libros de historia y en los periódicos, todos los días del año. Descorazonador. Tristísimo y terrible, porque no hay visos de que eso cambie a mejor. Ni siquiera a largo plazo.

La foto fue tomada en Pretoria. En el palacio gubernamental. La estatua de Mandela preside la gran explanada, justo la misma donde algunas tribus camparon durante años para exigir la devolución de sus tierras y la reparación de las injusticias cometidas contra ellos.

¿Estamos condenados a repetir siempre los mismos errores?

Ⓒ texto y fotografías Ricardo de la Casa Pérez – Septiembre de 2025

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El bostezo

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Fueron dos días intensos. Eran los que faltaban en la lista, de los cinco grandes animales solo me faltaban los leones. Había visto ya las deliciosa jirafas. Elegantes y curiosas. Rinocerontes, pesados y esquivos. Los guepardos y leopardos, una delicia para los ojos, puro músculo y los únicos e increíbles elefantes, el animal con el que más y mejor me identifique. Los encuentro asombrosos tanto los machos aislados como las manadas de hembras con sus crías. Así que los leones fueron la guinda del pastel. Los vi en pareja, paseando, durmiendo o dedicándose a sus quehaceres habituales (aparearse). Vi grupos de leonas moviéndose de forma coordinada. Tanto de día como de noche.

Fue algo parecido a cuando puedes contemplar una manada de tiburones moviéndose con una enorme delicadeza a tu alrededor. No hay nada parecido a esa sensación. Estas alerta, pero tranquilo. Sin hacer movimientos extraños. Confías que las cosas se mantendrán dentro de los límites habituales, pero nadie te asegura que cualquiera de esos animales se desmadre y le apetezca un bocado extra.

Durante esos minutos estas disfrutando de una visión, de una situación que nunca olvidarás. Tu retina mantendrá la foto fija de esa mirada, de esas fauces abiertas, de esos colmillos.

Ya puedo tachar de la lista uno más de mis sueños hechos realidad.

Ⓒ texto y fotografías Ricardo de la Casa Pérez – Agosto de 2025

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